martes, 9 de septiembre de 2014


Eduardo Herrero Salinero
Socio-Director de TRESgenia

Tras años colaborando con muchos profesionales en procesos de desarrollo del liderazgo de personas, hay un elemento que nunca he variado: las premisas de partida que siempre menciono a la hora de comenzar a trabajar sobre esta materia y manteniéndome fiel a esta idea,  quiero iniciar este artículo de la misma forma:

  1. El liderazgo no es una “Ciencia Exacta”.
  2. Todos tenemos nuestras propias teorías sobre el liderazgo, que en muchas ocasiones enriquecen las de los demás.
  3. Hablar sobre liderazgo es tratar sobre una complejidad humana y no técnica, por lo que nuestra manera de pensar y analizar requiere de esquemas  y tiempos diferentes.
  4. En el liderazgo no suele haber soluciones rápidas. No creo demasiado en los “recetarios” o en las “Claves para el Éxito”. Creo más en querer iniciar actitudes y comportamientos nuevos y favorables que produzcan en el tiempo resultados diferentes.
  5. Y,  por último, mejorar la capacidad de liderazgo tiene que ver con  poner la atención más en uno mismo -el que lidera-, y no tanto en los demás.
Estas premisas, desde mi punto de vista, describen el terreno de juego donde podemos hacer que el liderazgo crezca y que, por tanto, las organizaciones o los equipos puedan cambiar y transformarse.

La tesis fundamental que subyace tras estas ideas, es que el liderazgo no es un concepto abstracto, a pesar de que pueda parecerlo a fuerza de hablar y teorizar. El liderazgo tiene que ver con cosas muy concretas: con lo que hacemos y con lo que no hacemos y por tanto, con el efecto que esto produce en los demás.

La realidad nos recuerda constantemente que sobre lo único que podemos tener algún control es sobre nuestra manera de pensar y razonar ante las situaciones, y sobre nuestras acciones. Y es ahí donde debemos poner toda nuestra atención y toda nuestra energía.

Ahora bien, encontraremos “agentes” que nos pondrán trabas a esta tarea. El primero de ellos “La Autocomplacencia”. Solemos estar muy contentos con lo que hacemos, en la creencia de que es lo más correcto, idóneo y lo único que se puede hacer. Además, nuestra capacidad para ser  o parecer “coherentes”, nos facilita construir múltiples argumentos que “dan coherencia” a cualquier situación o decisión.

El segundo agente es “La justificación”. Primo-hermano del primero, la autocomplacencia. Es decir las cosas son como son por múltiples aspectos que poco tienen que ver conmigo, sino que proceden del entorno, la organización  y de los demás. Y, claro está, no se puede hacer más.

El tercer agente es “La piedrecita en el zapato. Es decir, nuestra facilidad para acostumbrarnos a vivir con situaciones que no nos gustan, pero con las que preferimos convivir antes que intervenir o intentar cambiar. Es como esa piedrecita en el zapato con las que nos acostumbramos a caminar, a pesar de que nos produzca alguna molestia, antes que agacharnos a solucionarlo.

Mi trabajo profesional me permite conocer a muchas personas distintas y de contextos muy diferentes. Es  algo muy gratificante y enriquecedor. Y esta experiencia a lo largo de los años me ha permitido extraer algunas conclusiones muy sencillas pero muy válidas, sobre cómo es la persona que se compromete con mejorar su capacidad de liderazgo.

  1. No es autocomplaciente. Se pone en el centro de la situación para cuestionar lo que hace y los resultados que obtiene.
  2. Tiene un alto nivel de responsabilidad sobre la tarea de liderar y el efecto que produce en la vida profesional / personal de los demás.
  3. Quiere conocer la opinión de los demás y lo provoca y facilita. No tiene miedo a esta información porque no daña su autoestima o confianza.
  4. Está dispuesto a hacer cosas diferentes, y para ello está dispuesto constantemente al aprendizaje.
  5. Actúa,  interviene y toma decisiones. Se apoya en la creencia de que las situaciones pueden cambiar y lo intenta.

El liderazgo, decíamos al principio, no es abstracto, no es poesía…Es concreto y tangible. Si bien los resultados no dependen absolutamente del líder. Entonces: ¿qué depende de él? Fundamentalmente tres tareas:

ü  Diagnosticar
ü  Cuestionarse
ü  Desplegar conductas favorecedoras.


Y con ello, sin duda,  los buenos resultados irán llegando.

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