miércoles, 15 de octubre de 2014


Jesús Alcoba
Director de La Salle International Graduate School of Business.

Es francamente complicado liderar en tiempos difíciles. Entre otras cosas porque no siempre es cierto que los ríos revueltos conllevan ganancias para los que faenan en ellos. Es verdad que las crisis abren posibilidades, y que con los cambios aparecen soluciones de continuidad en el tejido económico que pueden convertirse en oportunidades de negocio. Pero no lo es menos que para aprovecharlas hacen falta esfuerzos que se antojan complejos con estructuras menguadas y recursos exiguos. Es también cierto que la creatividad y la innovación son dos poderosas herramientas que pueden vigorizar el ritmo de elaboración de nuevas propuestas e intensificar su valor. Pero también lo es que con las crisis sobrevienen miedos e incertidumbres, y con ansiedad es difícil crear o innovar.

El cruce entre la oferta y la demanda, que en general se comporta como la economía predice, se hace más confuso. Los productos sustitutivos ganan relevancia, las barreras de entrada en ocasiones se difuminan, y el poder de negociación de proveedores y clientes puede dejar de seguir las pautas conocidas. Quizá por ello en tiempos difíciles es tan importante la economía conductual, que explica entre otras cosas por qué el comportamiento del consumidor es a veces aparentemente irracional.

Pero no sólo la economía se encuentra alterada, sino que en el tejido interno de las empresas todo está también revuelto. Los presupuestos se contraen, los departamentos se reducen o se reestructuran, las presiones aumentan, y en general el temor a que las cifras de ventas no reflejen lo esperado se vuelve más habitual de lo que sería fácilmente digerible. En ese contexto las personas, que siempre son el núcleo y el soporte de todo, se vuelven también la parte más vulnerable. Porque ni los muros, ni las máquinas, ni por supuesto los recursos financieros, sienten o padecen.

No hay soluciones redondas ni recetas perfectas, pero en cualquier travesía dificultosa, en la empresa o en la vida, es bueno encontrar inspiración. Y por ello es productivo recordar cómo lo hicieron otros líderes que atravesaron circunstancias difíciles, quizá incluso más que las que nosotros vivimos. Casi cien años después de que su fracaso triunfal concluyera, Ernest Shackleton sigue siendo uno de los modelos más claros de liderazgo exitoso en situaciones extremadamente complejas. Primero y sobre todo, porque la cuestión no estaba entre vender o no vender, sino entre vivir o morir. Segundo, porque en pocas ocasiones en una expedición ha habido tanta escasez de recursos para salir adelante. Tercero porque aquella aventura no fue ni mucho menos un lance puntual, sino que duró casi dos años. Y por último, algo que no se debe olvidar, y es que también había implicaciones económicas de todo aquello, y no precisamente livianas.



¿Cómo lideraríamos a treinta grados bajo cero? ¿Trasladaríamos confianza si hay más incertidumbre que certeza? ¿A través de qué mensajes reforzaríamos la unidad del grupo si las provisiones escasean? ¿Cómo transmitiríamos calma si en cualquier momento la placa de hielo bajo nuestros pies se puede partir y engullirnos un mar helado? ¿Cómo resolveríamos los conflictos constantes derivados de todo ello? ¿Con qué esperanza plantearíamos el futuro? Por motivos que aún, después de casi un siglo investigando sobre su figura, en el fondo desconocemos, Shackleton tenía la respuesta a todas esas preguntas. Lo sabemos porque volvió con todos sus hombres vivos y, más aún, porque muchos de ellos se enrolarían con él en una nueva expedición varios años después.

Posiblemente el modelo de liderazgo que mejor describa a Shackleton sea el de Boyatzis, que proporciona únicamente tres claves para que el líder tenga éxito. En primer lugar la esperanza, que es la visión, el futuro y lo que anima al grupo a seguir adelante. En segundo lugar la compasión, que es la empatía activa, la sincera preocupación que el líder tiene por su equipo. Y por último la conciencia, que es quizá la clave de todo: la aceptación realista de lo que ocurre y la atención plena al momento presente.

Shackleton convirtió un fracaso en un rotundo triunfo. No hay mejor modelo de cómo se puede convertir cualquier crisis en un camino hacia el éxito, y por eso Lansing escribió de él una frase ya imborrable: “cuando el desastre aparezca, arrodíllate y reza a Shackleton”.
Artículo originalmente publicado en www.dirigentesdigital.com Por Jesús Alcoba . Director de La Salle International Graduate School of Business.

5 comentarios:

  1. Los grandes líderes destacan más en situaciones de crisis. Es "fácil" (las comillas se deben a que yo no puedo hacerlo, por fácil que sea) llevar un barco en un clima plácido. No lo es tanto en una tormenta. En el segundo caso, necesitas a alguien a quien le puedas confiar el timón y a quien obedecerás porque sabe qué se debe de hacer (o aunque no lo sepa, lo transmite). ¿Tenemos muchos de esos líderes en México o España? Habrá que buscarlos... o sacarlos del centro de nosotros mismos.

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  2. Lo que hace grande a Ernest Shackleton es su capacidad de mantener la moral del grupo alta incluso en la peores situaciones, y ese carisma de los buenos jefes, que hace a sus compañeros le sigan a pesar del riesgo.
    En realidad Shackleton tiene sus sombras como organizador. Sus expediciones solian terminar en una carrera contrareloj para no morir de hambre o congelado. El modo de elegir a los miembros del equipo era bastante peculiar (a unos de los científicos le preguntó si era capaz de cantar), las rutas que planificaba siempre se acababan modificando, y casi siempre tenía problemas para encotrar los fondos con los que pagar los viajes (el penúltimo casi lo tuvo que costear con los fondos de las conferencias en que contaba las aventuras de exploraciones anteriores). Realmente meterse en una aventura con Shackleton era meterse en un periplo del que no se sabía muy bien cómo acabar.
    Ahora bien, una vez en el viaje, y en la lucha por la supervivencia, Shackelton sabía muy bien como conservar el ánimo y mantener unido al grupo contra los elementos. Sus compañeros comentaban cómo se dirigía a cada uno de ellos haciéndolos sentir individualmente importantes, cómo sacrificaba su bienestar por el resto (a veces hasta resultar herido el propio Shakelton, al ceder sus propios guantes al fotógrafo de la expedición, o sus raciones de galletas a los enfermos), y cómo planificaba soluciones y actividades manteniendo al resto ocupado (fundamental para no caer en la depresión y la derrota, tal como le pasó a la desastrosa expedición de Scott).
    Además, Shakelton nunca confiaba en la suerte para salir de las situaciones en las que terminaba. Por ejemplo cuando estaba en la isla Elefante, decidió salir a buscar ayuda en lugar de permanecer allí a la espera de un barco.
    Con todo, Shakelton puede ser un lider genial, pero seguro que alguno de su equipo hubiera preferido un jefe con más cabeza (como Amundsen)

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  3. Jesús, sinceramente, gracias. Muchas gracias. Creo que tienes la habilidad para convertir una realidad en reflexión y la reflexión en enseñanza.
    Gracias

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  4. Gracias a vosotros Manuel, es un placer haber contribuido a vuestro blog.

    Respecto al comentario de Antonio, he de decir que como toda persona significativa, Shackleton ha recibido sus críticas. Sin entrar en si parte de ellas han surgido o no del intento de ensalzar a Scott como mártir y héroe romántico, en perjuicio de Shackleton y de Amundsen, lo cierto es que hay algunos detalles que conviene conocer. Por ejemplo, la sorprendente habilidad de Shackleton para financiar sus planes. Por dar solo una idea, en dinero de hoy una expedición de aquella época requería unos tres millones de dólares. Pues bien, es muy posible que Shackleton consiguiera recaudar más del doble de esa cantidad, debido a que su plan necesitaba dos barcos. Si se piensa que solamente para adquirir los perros fue necesario contactar con la mayoría de los colegios privados de Escocia e Inglaterra, queda claro que su plan no se podía haber materializado sin una destacada habilidad para gestionar proyectos.
    En cualquier caso, como ninguna persona tiene todos los valores ni capacidades, y aunque no la comparta del todo, recojo aquí la frase completa de Raymond Priestley, citada por Lansing en su libro Endurance, con la que finalizaba el post: “Para una expedición científica, me quedo con Scott; si se trata de rapidez y eficiencia en el viaje, prefiero a Amundsen; pero cuando el desastre te golpea y no hay espacio para la esperanza, entonces arrodíllate y reza a Shackleton.”

    Jesús Alcoba (autor de “La Brújula de Shackleton”).

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  5. Enhorabuena por el libro, Jesús. Rescatar a Shackleton es rescatar el espíritu de aventura y superación humana, en una época en la que los grandes viajes los hacían personas de carne y hueso (lo digo por la sonda Rosetta).

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