Carmen Valls
Socia Directora de DOCE (Desarrollo Organizacional y Coaching Ejecutivo) y miembro del Consejo Asesor de Steelmood
1.-
Los directivos que han abierto espacios para trabajar los aspectos emocionales
de los grupos, han generado cohesión y han podido centrar en tarea a sus
integrantes. Ayudan a sus equipos a crecer.
2.-
El coaching grupal tiene un efecto multiplicador de cambio en las
organizaciones, mucho más que el individual.
3.-
La generación de liderazgo individual supone una forma de dirección abierta a
las críticas y a la discrepancia, que en definitiva crea equipos potentes.
En
estos años, trabajando con organizaciones cuya demanda consistía en “ayudarnos
a salir del atasco o del bloqueo que tiene mi equipo”; nos hemos encontrado con la gran necesidad de
que los directivos integren una dimensión olvidada en su liderazgo: la
dimensión emocional.
Cuando
hablamos de dimensión emocional, se genera toda una serie de fantasías que a
menudo los directivos expresan de la siguiente forma: “¡yo no tengo por qué ser
amigo de mi gente!; ¡que vengan llorados de casa!, si les escuchas te ganan la
batalla, lo importante es enfocarse a los objetivos y dejarse de tonterías, lo
que me faltaba es ser también psicólogo…”.
En
realidad, hablar de la dimensión emocional de las organizaciones tiene que
ver con aprender a leer las ansiedades y
emociones que despierta la tarea de la organización, los cambios y presiones, las
relaciones necesarias para llevarla a cabo. Pero el miedo de tocar esta
dimensión, habitualmente, es que nos explote en la cara. Bueno, quizás debamos
aprender en las organizaciones a desactivar explosivos de una forma
estructurada y controlada.
Podemos
verlo en alguno de estos ejemplos:
En
una organización, la dirección de RRHH, muy innovadora y puntera a cargo de un
director con mucha energía y creatividad, decide que las personas del equipo de
RRHH pasen media jornada en las oficinas centrales y media jornada entre la
gente de la organización, que estaba dividida en 4 ubicaciones diferentes
dentro de la misma ciudad.
En
unos meses, aparece un síntoma: el equipo se divide en los buenos y los malos:
los que siguen alineados con las directrices del director y los que generan un
ambiente de “conspiración” y crítica permanente, que hace que el director se
plantee expulsar del equipo a la parte crítica y conspiradora.
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Así,
parte del equipo empieza a buscarse espacios no formales (en parejas, en el
café, a todas horas) donde poder digerir
toda esa carga emocional que antes no existía. Incluso aparecen cuadros de
depresión en algún integrante del equipo.
El
director no pudo ver esto y su única solución era: “tengo que sustituir a los
conspiradores porque no quiero gente que esté contra mí”…pero la realidad es
que lo único que estaba echando de menos su equipo era un espacio formal para digerir, para poder
poner pensamiento en todo el enfado que la organización depositaba en
ellos.
Este
director decidió hacer reuniones de equipo, pero cometió el error de liderar la
reunión volviendo a contarles cuál era la tarea, en qué consistía su trabajo en
las diferentes ubicaciones y cuáles eran las necesidades de la organización al
respecto….es decir, creó un espacio que no hizo más que agravar la situación,
ya que los integrantes del equipo se juntaban, pero no tenían espacio para expresar
y trabajar lo que realmente les bloqueaba o les estaba cargando día a día de
ansiedad.
Es importante advertir que junto a cualquier cambio, es necesario abrir espacios donde poder acompañar al equipo en el camino, que siempre será de crisis, caos y problemas, si realmente se trata de un cambio profundo. Es importante acompañar al equipo en poner pensamiento en las dificultades que el cambio está trayendo tanto a nivel individual como grupal.
Una
vez que se abrieron estos espacios, el clima volvió a un estado normal que les
permitía centrarse en tarea. El espacio informal buscado para la “conspiración”
no era más que un síntoma de la necesidad de un espacio formal de trabajo en
equipo de la descarga emocional que la organización estaba depositando en RRHH.
¿En
qué consistía este espacio formal? Se trató simplemente de reuniones semanales donde
cada persona del equipo de RRHH traía, no los aspectos técnicos, sino los
emocionales en relación con la tarea, con lo que la organización les
estaba proyectando, con las dificultades
en las relaciones, etc.…y con el objetivo de poder comprender, para darle
salida en forma de ideas, cambios o iniciativas que RRHH debería poner en
marcha, o como forma de ir matizando este nuevo rol de acercarse a los
empleados.
Hay
quien se ríe de estas reuniones llamándolas “terapia de grupo”. Bueno, quizás
nos sintamos mejor dejando relegado a espacios de terapia lo que tiene que ver
con las emociones de grupos e individuos, pero lo cierto es que los directivos
que se dejan fuera esta dimensión emocional y relacional, lo acabarán notando
en síntomas dentro de su organización: absentismos, escisión, boicot a nuevos
proyectos, o incluso motín a bordo en contra de su liderazgo. Por ello, no se
trata de convertirse en psicólogos, sino en saber leer los aspectos emocionales
y relacionales de las organizaciones y crear espacios para que los equipos
puedan digerir y madurar dichas emociones al servicio de la tarea, de la visión
y misión que tienen encomendada.
Hay
quien reserva un espacio en todas sus reuniones, o hay quien establece una
reunión periódica, donde trabajar juntos situaciones difíciles, no desde el
aspecto técnico del negocio, sino desde lo emocional y relacional.
¿Cuál
es el problema de raíz? Los directivos no están preparados para afrontar y
trabajar la dimensión emocional porque habitualmente, no han aprendido a
hacerlo ni en sus estudios ni en sus experiencias anteriores.
Está
claro que trabajar de forma cooperativa, en equipo, este tipo de cosas provoca ansiedades (y de
ahí que los directivos eviten estas situaciones), pero al mismo tiempo CONTIENE
ansiedades, que es una de las tareas de todo directivo: contener la ansiedad
del grupo en relación con la tarea que tienen encomendada.
En
el fondo CONTENER la emoción tiene que
ver, no con tapar la ansiedad, sino con crear espacios para poder nombrarla sin
juzgarla, pensar en ella para poder
comprenderla y establecer formas de afrontarla más efectivas y enfocadas a la
tarea encomendada. Esto ha de hacerse de forma estructurada y con habilidades
emocionales que en muchas ocasiones, los directivos no han tenido ocasión de
desarrollar a lo largo de su vida.
En
un entorno empresarial y social cada vez más cambiante, los individuos y
organizaciones cada vez están más sometidos a situaciones de mayor ansiedad,
por lo que cada vez se hará más necesario acompañar, desde el rol directivo, en
estos caminos de incertidumbre, presión, velocidad…desde una perspectiva
emocional.
El directivo ha de aprender a
vivir centrado en su rol asumiendo y tolerando:
- Que el propio rol conlleva incertidumbre ya que se trabaja con un futuro cada vez más incierto.
- Que el propio rol despierta rivalidades y luchas de poder que no son algo personal, sino que tiene que ver con el rol y el sistema.
- Que los cambios generan crisis por las que es necesario pasar, por lo que será necesario aprender a manejarse al borde del caos en el camino hacia ese cambio.
- Que muchas de las ansiedades de los equipos, las proyectan hacia el directivo en forma de ataque o huida, por lo que tendrá que aprender a ser autocrítico, y también a entender que parte de lo que le proyectan corresponde a emociones y dificultades del equipo.
- Que todo lo que es expresado en equipo, es del equipo, no de individuos concretos. Esto podrá ayudarnos a no huir de los garbanzos negros, sino a comprender que los más críticos son portavoces de las emociones y dificultades de todo el equipo.
- Que debajo de un comportamiento que boicotea la tarea, siempre hay dinámicas por debajo de la superficie que es importante que aprendamos a leer, y que no siempre tiene que ver con la persona, sino que a menudo tiene que ver con un problema de roles o con cambios y estructuras del sistema.
Carmen. Un mágnifico artículo que expone de forma precisa una realidad cotidiana de cualquier compañía. Porque, realmente y en mayor o menor medida, los procesos de gestión de cambio que afectan a las compañías, sus áreas/departamentos, equipos de trabajo y, siempre, personas son continuos.
ResponderEliminarMuchas gracias por compartilo
Gracias Carmen. Tuve oportunidad de asistir a tus asignaturas de gestión emocional en el master de Dirección de Proyectos de LaSalle, y me parecieron interesantísimas. Realmente es increible la magnitud de importancia que tiene el componente emocional dentro de los equipos de trabajo, y la poca importancia que se le concedía. Habla en pasado porque afortunadamente los jefes de proyecto cada vez son más conscientes que trabajar la motivación y los problemas del grupo son una prioridad de cara a lograr el objetivo en los proyectos.
ResponderEliminarFelicitaciones por el artículo!